viernes, 17 de octubre de 2014

En el Cementerio no están los Desaparecidos . Cristian Cottet,2011

En el Cementerio no están los Desaparecidos

Por Cristian Cottet
       …y ahora voy a morir, sin nada más, con tierra
         sobre mi cuerpo, destinado a ser tierra.
                                               Pablo Neruda
                                               Canto General


La muerte es un asunto que va del desastre a la resignación, del llanto a la ritualidad, del espanto a la paz. La muerte nos gobierna, de a rato queremos no verle, esconder el rostro, pasar por su lado silbando sin que ella nos vea, pero es inevitable. Está ahí con sus pompas fúnebres, con sus velorios, sus cementerios, sus negociados. Creo que no existe cultura donde la muerte pase inadvertida. Todas se las arreglan para definir una forma de desprenderse de la materialidad que es el cuerpo. Unos le incineran, otros le lanzan a un río o al mar, otros los embalsaman, otros le entierran en un espacio que definen para esos menesteres. Para nosotros los chilenos el cementerio es el espacio más recurrido donde dejar “los restos” de nuestros seres queridos.

La antropóloga argentina Laura Panizo, propone cierta matriz de “atención” a la muerte. Para ella el duelo y el luto son dos fenómenos que se complementan y explican mutuamente dentro del ritual de la muerte. Mientras el duelo son prácticas privadas, materiales, simbólicas y mentales de los sobrevivientes, el luto serían los procedimientos colectivos que permiten el reingreso de los deudos a la comunidad de los vivientes. El duelo refiere a la capacidad de cada uno de los vivientes para reubicarse y reintegrarse en la comunidad que contuvo al no viviente, es un ejercicio fundamentalmente privado. El luto, en cambio, es un rito colectivo donde se despliegan diferentas prácticas que permitan volver al precario equilibrio social desde donde se sale y se debe retornar.

Como ritualidad, el luto obliga avanzar desde la separación (lo preliminal), estacionarse en la transición (lo liminal) y terminal en el reingreso (lo posliminal). Realizar a cabalidad esta “pascua” permite un reingreso en paz y así construir el duelo. Para alcanzar esto es necesario que se cumplan, por lo menos, dos condiciones: primero, que la ritualidad se materialice en todas sus formas y etapas, y segundo, que el cuerpo del que ha partido participe desde la separación al reingreso en la forma de una nueva instalación simbólica. Como dije al comienzo, la muerte es un asunto que va del desastre a la resignación.

Cuando el cuerpo no está, queda suspendido el rito en la liminalidad y el duelo se transforma en un permanente e infinito suspenso, donde los deudos deben construir otras estrategias de sobrevida, que estarán cargadas de incertidumbre y desamparo. En ese caso, que es el de los chilenos “detenidos desaparecidos”, no hay velorio, no existe ataúd ni cementerio, que es el territorio destinado al depósito de los cuerpos. La “animita” es una de las muchas formas que toma este ejercicio de muerte sin un cuerpo que resguardar.

En la Región Metropolitana de Chile se han instalado casi tres centenares de memoriales en recuerdo de los chilenos ejecutados y desaparecidos por la dictadura militar. Estos eventos van desde animitas, placas, esculturas, panteones y memoriales. Detrás de cada uno existe una comunidad que se organiza tanto para su construcción como para su mantenimiento. Casi la generalidad está referida a personas muertas y sepultadas, agreguemos a esto que el Estado mantiene un Programa de ayuda financiera para esos efectos.

El año 1993 se concretó la construcción del Memorial de los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados instalado en el Cementerio General de Santiago, me refiero al monumento que recuerda y homenajea a todos los detenidos desaparecidos de Chile. En los bordes de este monumento se construyeron dos panteones, donde sepultan aquellos cuerpos recuperados de la desaparición.

En el marco de lo dicho hasta ahora, cabe preguntarse: ¿Qué hace este memorial en un cementerio si los nombrados técnicamente no están muertos sino secuestrados? ¿Acaso, con esta instalación, se pretendió “dar por muerto” simbólicamente a los miles de desaparecidos? ¿Se pretendía poner fin al ¿Dónde están?

Una tarea urgente, en medio de tanta premura y reivindicación no cumplida, es terminar con esa ambigüedad de visitar a nuestras(os) hermanas(os) secuestrados, en el lugar donde dejamos los muertos. Ellos no están muertos mientras no tengamos sus cuerpos y podamos concluir el rito que permita reingresar a esta sociedad a los miles de familiares que esperan. Es responsabilidad nuestra también el obligar al Estado a que se instale en algún espacio público y de libre acceso un verdadero Memorial y no una cripta gigante en un cementerio. No se resolverá con esto la monumental tarea de encontrar los cuerpos, pero no cabe duda que ayudará a poner las cosas en su lugar, cuestión que tanta falta hace en nuestro querido país.

Diciembre de 2011

Los acusadores de Pinochet. Reflexión diez años después.Andrés Palma,2008

(118) Reflexión diez años después.





Reflexión diez años después.

El
9 de abril de 1998 fue día jueves y correspondió a la Semana Santa en
la celebración del calendario católico que se sigue en Chile. Ese Jueves
Santo de 1998 la atención de Chile estaba centrada en la Sala de la
Cámara de Diputados, en Valparaíso, donde se votaba la Acusación
Constitucional al General Augusto Pinochet.

Fue un
día tenso para todos los que sentíamos que algo pasaría en nuestras
vidas y en las vidas de los chilenos según lo que allí aconteciera.
Algunos inclusive teníamos la impresión que ese día sería un día
histórico para nuestro país. Diez años después casi nadie lo recuerda.




Cuando decidimos acusar constitucionalmente a Pinochet, lo
hicimos seguros que era un acto simbólico, pero sabedores que los actos
simbólicos, como las liturgias, dan sentido a las cosas, y que las
formas o el cómo son lo que da sentido a las vidas. Digo simbólico por
dos razones. La primera era que la Acusación sería derrotada en el
Senado en el que los partidarios incondicionales de Pinochet eran
mayoría dada la presencia de los senadores designados y de la derecha.
La segunda porque constituía la única oportunidad, sabedores de antemano
del resultado final de dicho proceso, de someter a Pinochet a un
proceso en el que se le juzgara políticamente de forma institucional por
actores democráticos o representantes populares.

La
preparación de la Acusación no fue fácil. Por una parte, desde el punto
de vista formal, las limitantes legales obligaban a juzgarlo por su
desempeño desde el 11 de marzo de 1990, lo que excluía un juicio por su
dictadura y sus violaciones a los derechos humanos y a la
institucionalidad. Por otra parte, desde el Gobierno y desde la
conducción de la Democracia Cristiana se cuestionaba tanto el derecho de
los Diputados a presentar la Acusación como la legitimidad política de
la misma. Sin embargo hubo muchas personas, incluidas importantes
autoridades en materia constitucional, que colaboraron en la preparación
jurídica de la presentación, en tanto que el debate en la Democracia
Cristiana se zanjó con una resolución del Consejo Nacional que
estableció que los Diputados tenían libertad para una presentación de
este tipo, derrotando la posición del Gobierno y de la Directiva.


Todas las dificultades se superaron con la decisión de
avanzar en un acto que consideramos digno. Éramos representantes de la
ciudadanía y teníamos derecho, y creíamos que fundamentos legales y
políticos, a someter a Pinochet a un juicio político o constitucional.
Era nuestra responsabilidad que no fuera la historia la que juzgara a
quien había mancillado de forma tan grave nuestra historia, sino los
representantes de la ciudadanía. Sentimos que en juego estaba la
dignidad de los representantes ciudadanos.

Por cierto
el resultado no fue el que esperábamos. Los representantes de la
ciudadanía rechazaron la Acusación constituyendo una mayoría que me
resulta inexplicable aún hoy, y más hoy después de tantas verdades que
se supieron con posterioridad.



Después vino
otra historia, y lo que esperábamos fuera un acto trascendental, quedó
en el olvido de los medios, pero no de las personas. En las personas
quedó grabado con distintos sabores, para unos fue una fiesta, para
otros una pena, para Manuel Bustos fue una traición de algunos. Tal vez
un día los medios recuperen este gesto de dignidad, el único que
representantes democráticos emprendieron para realizar un juicio
político sobre el General Pinochet, y se escriba algo de la historia de
las personas en relación a ese día. Pero la historia oficial fue por
otros rumbos.

Yo tengo una interpretación de esa otra
historia. Por una parte no convenía que los gestos de dignidad se
multiplicaran, pero por otra, la soberbia derrotó a Pinochet. Si los
representantes democráticos, incluidos algunos a los que él mismo había
afectado con sus comportamientos, le liberaban de responsabilidades
políticas e institucionales por su desempeño en esos años, entonces era
que por fin se le comprendía, era libre y podía hacer lo que le
placiera. Por eso viajó a Londres a buscar un dinero mal habido y quiso
ir de visita a Paris… lo que siguió quedó en la historia del fin del
siglo.



Los Jueves Santo del calendario
católico tienen un contenido ambiguo. Por una parte se celebra la
institución del sacerdocio ministerial y de la Eucaristía, que a los
creyentes nos mantiene en la Vida; y por otra se conmemora la
transfiguración de Jesús en el monte y luego su detención y traición por
quienes más Él quería.

El 9 de abril de 1998 fue, para muchos, una verdadera liturgia de Jueves Santo.

<foto 1>



  • Claudio Montalva Avendaño Ese
    día lo tengo grabado en la memoria, recuerdo que junto a un grupo de
    camaradas de la JDC de la Comuna de Talca, nos tomamos la sede del
    Partido en señal de protesta de lo que estaba ocurriendo, y pusimos un
    listado con los nombres de todos los que
    habían
    votado en contra de la acusación o de quienes se abtuvieron, colgamos
    las fotos de los camaradas "traidores" y pasamos todo el fín de semana
    en la sede, con misas, reuniones, debates, discusiones ideológicas y un
    poco de ping pong, para palear el frío.


    Han
    pasado diez años, y aunque nadie recuerde lo que pasó y no se haga
    ningún reportaje al respecto, los que estuvimos presentes, en las más
    diversas situaciones, unos en el Parlemento, otros en sus casas mirando
    la televisión, el gran grupo que estuvo en Alameda 1460 y los que
    estuvimos en Regiones, no lo olvidamos.


    Gracias Andrés por mantenernos fresca la memoria.

    Mauricio Carvajal Blemith Estimado
    Andres: recuerdo perfectamente este episodio, que tu y otros pocos (muy
    pocos) DC enarbolaron con valor, con sentido politico e historico el
    que una vez mas le falto completamente a tu partido (que hasta esa fecha
    tambien era el mio).....

    Milena Bravo T siempre recuerdo esa hazaña.
    también
    la decepción que sentí cuando el presidente del PDC de aquel entonces,
    se hizo el leso y la diputada de esta provincia de aquel entonces dijo
    no.

    a Pinochet se le criticó, acusó, se lo procesó, pero; jamás se lo con
    denó.
    Ahora
    hay que echarle p'a delante, otros son los desafíos, y desearía una
    nueva alianza, concertación, lo que sea, y dejar fuera a viejos
    retrógrados, dinosaurios de la política, sobervios ineficientes.

    No hace falta decir nombres.
    GrACIAS
    A ndrés por esa parte bonita de la historia, por tu lucha, por las
    flores que repartías, por tus idas y venidas de la cárcel.

    Fueron, después de todo, hermosos tiempos donde se soñaba y como no teníamos nada lo queríamos todo.
    CON AFECTO
    Milena Bravo T.
    de Iquique - Chile